(AZprensa)
Cuando vemos representaciones gráficas de este cinturón de asteroides, se nos
ofrece un anillo de múltiples rocas que orbitan alrededor del Sol, entre Marte
y Júpiter, como si fuesen los anillos de Saturno; pero no es ese el caso. Para
empezar, si juntásemos todas esas rocas, la masa resultante apenas llegaría al
4 por ciento de lo que es la Luna. En segundo lugar, la mitad de toda esa masa
total la acaparan sólo cinco objetos: el planeta enano Ceres y los asteroides
Palas, Vesta, Higia y Juno, y en concreto la masa de Ceres es el doble que la
de Pala y Vesta juntos. En tercer lugar, todo ese conjunto de asteroides está
disperso a lo largo de su órbita alrededor del Sol (una órbita de 550 millones de
kilómetros, más amplia que la que recorre Marte) y eso significa que las
distancias que hay entre unos cuerpos y otros (sobre todo entre aquellos de
mayor tamaño) dentro de este “cinturón” es por término medio de unos... 5
millones de kilómetros.
Está
claro que el término “cinturón de asteroides” induce a engaño al hacernos creer
que es un anillo denso repleto de rocas (así se muestra en muchas películas e
ilustraciones), pero la realidad es que no supondría ningún peligro para una
nave espacial atravesarlo, ya que las distancias entre unos cuerpos y otros son
abismales. Esto no significa que no haya colisiones entre esos cuerpos, aunque
en el caso de aquellas rocas con un tamaño significativo, dichas colisiones
pueden darse cada 100.000 años. Hasta la fecha han sido varias las sondas
espaciales que han atravesado este espacio... y nunca se han encontrado con
ningún asteroide (salvo cuando han sido programadas especialmente para
acercarse a alguno de ellos). Así de vacío y solitario es este famoso cinturón.
Dentro
de este espacio que, visto en la realidad, es un inmenso espacio vacío surcado
de vez en cuando por algún asteroide, hay algunos lugares más vacíos aún, es
decir, en ellos jamás se adentra ninguna de las rocas que circulan por el
cinturón... bueno, ciertamente sí lo hacen alguna vez... que suele ser la
última, ya que al entrar en esas zonas, la fuerza de atracción de Júpiter
aumenta la excentricidad de su órbita y los saca, literalmente, del citado
cinturón. A esas zonas invisibles (ya que la gran variabilidad de las órbitas y
lo poco denso del cinturón hace que no todos pasen por las mismas zonas al
mismo tiempo) se les llama “huecos de Kirkwood”. Cuando algún asteroide entra
en esa zona y sale despedido, puede llegar a cruzar en algún momento la órbita
de la Tierra, tal como sucede con Eros (14x14x40 Km.) o con Adonis. Otros, como
Deimos y Fobos, posiblemente estaban en este cinturón hasta que fueron
atrapados por Marte que los convirtió en sus satélites.
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