(AZprensa)
El laboratorio farmacéutico Eli Lilly, que siempre aparece en los primeros
lugares en cuanto a imagen positiva ante la opinión pública, tampoco es
perfecto y cae –como los demás- en hacer pagar en los empleados los errores de la
mala gestión de sus directivos. En este sentido ha hecho público un documento
en donde hace un resumen de la situación actual de la compañía y en el que
destaca que ha suprimido el tres por ciento de su plantilla en solo un año. De
esta manera, de 2016 a 2017 la multinacional suprimió unos 1.320 puestos de
trabajo, quedándose con un total de 40.655 empleados en todo el mundo (antes
eran 41.975).
Aunque
la mayor parte del recorte de personal se ha hecho a través de un programa de
jubilación anticipada, también está el cierre programado de una planta en Iowa
y oficinas de investigación y desarrollo en Nueva Jersey y China.
Para
justificar estos recortes que le supondrán 430 millones de euros menos, ha cargado
las culpas al fracaso de un nuevo fármaco que estaba en investigación contra el
alzheimer y que no ha demostrado en los ensayos clínicos la eficacia esperada.
Eso sí, como todas las compañías cuando despiden empleados, habla en su
comunicado de “un plan de mejora de la productividad” y de “racionalización de
su estructura”, sin reconocer que son sus directivos quienes han diseñado esos fracasados
planes y estructuras, y como siempre, los directivos continuarán en sus cargos
con mejoras salariales importantes mientras los trabajadores irán al paro o –los
más afortunados- a la prejubilación.
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