(AZprensa)
Todos nosotros, en un momento dado, bien sea por motivos profesionales o por
celebraciones familiares, hemos tenido que pronunciar algún discurso. Con
frecuencia ese discurso lo hemos llevado escrito en un papel que hemos leído o
hemos ido consultando mientras hablábamos, pero casi nunca se nos ha pasado por
la imaginación la idea de ensayarlo antes y cronometrar cuánto tiempo duraba
eso que queríamos decir. El resultado es que, en la mayoría de las ocasiones,
lo que iban a ser unos pocos minutos se transforma en unos interminables
minutos que desesperan y aburren a la audiencia.
Pero
no es tan difícil ajustar nuestro discurso a la duración en minutos que se haya
acordado. Hay para ello una regla muy sencilla que cualquiera puede aplicar, y
es esta:
150
palabras escritas equivalen a 1 minuto hablado, aproximadamente.
De
esta forma evitaremos esa cara de aburrimiento en nuestra audiencia y, lo que
es peor, el que el moderador nos meta prisa diciendo que abreviemos, en cuyo
caso seguro que nos saltamos lo más importante y empezamos a hablar tan deprisa
y a trompicones que nadie entenderá lo que decimos.
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