domingo, 8 de julio de 2018

Explicando qué son los “Universos paralelos”


(AZprensa) Se habla mucho de los “Universos paralelos” y por ello hoy vamos a abordar este tema para explicarlo de la forma más clara posible…

Lo primero es una aproximación al concepto de energía. Hace cien años los físicos llegaron a la conclusión de que la energía, del mismo modo que la luz, el magnetismo o la electricidad, adoptaba la forma de ondas en continuo movimiento. Todavía hoy hablamos de ‘ondas de radio’ y ‘ondas lumínicas’. El descubrimiento de que todas las formas de energía tenían en común ese carácter ondulatorio fue uno de los grandes avances de la física del siglo XIX. Pero existía un pequeño problema...

En efecto, al realizar una serie de experimentos se veía que la energía no era una onda continua y que parecía estar compuesta por una serie de unidades que se denominaron “cuantos”, dando así origen a lo que se ha dado en llamar “física cuántica”.

Una vez demostrado que la luz estaba compuesta de partículas, se podía pensar que todo lo demás (incluso la energía) también lo estaba.

Los átomos se componen de partículas pesadas en el núcleo y de electrones ligeros que se mueven a gran velocidad alrededor de este. Sin embargo, estudiando estas partículas se observó que tenían  comportamientos  un  tanto  extraños.  Por ejemplo, no es posible saber dónde están, no es posible medirlas con exactitud y no es posible predecir qué harán. Unas veces se comportan como partículas y otras como ondas. A veces dos partículas interactúan pese a hallarse a un millón de kilómetros de distancia una de otra y no existir relación alguna entre ellas. Y así sucesivamente.

Ahora bien, con la teoría cuántica se dan dos circunstancias. En primer lugar se ve confirmada una y otra vez. Es la teoría más comprobada de la historia de la ciencia. Los escáneres de supermercado, el láser y los chips de ordenador, se basan sin excepción en la mecánica cuántica. Por lo tanto no existe la menor duda de que la teoría cuántica es la descripción matemática correcta del universo.

Pero he ahí el problema: se trata sólo de una descripción matemática. Se reduce a un conjunto de ecuaciones. Y los físicos no podían visualizar el mundo que se insinuaba en esas ecuaciones: era demasiado irregular, demasiado contradictorio. A Einstein, por ejemplo, no le gustaba. Lo interpretaba como un error de la teoría. Sin embargo, la teoría continuaba constatándose... incluso científicos galardonados con el Premio Nobel por sus aportaciones a la teoría cuántica tuvieron que admitir que no la entendían.

Durante la mayor parte del siglo XX hemos dispuesto de una teoría del universo que todos usamos, y todos coincidimos en que es correcta; pero nadie es capaz de explicar qué nos dice esa teoría acerca del mundo.

Sin embargo en el año 1957 hubo un físico, Hugh Everett, que propuso una nueva y audaz teoría. Everett sostenía que nuestro universo, el universo que vemos, el universo compuesto de rocas y árboles y seres humanos, y galaxias en el espacio exterior, era sólo uno entre un número infinito de universos coexistentes. Cada uno de esos universos se dividía continuamente, de modo que había un universo en el que Hitler perdía la guerra y otro en el que la ganaba; un universo en el que Kennedy moría y otro en el que seguía con vida. Y también un mundo en donde uno se lavaba los dientes por la mañana y otro donde no lo hacía. Y así indefinidamente. Una cantidad infinita de mundos.

Se llegaba así a la conclusión de que existían realmente universos múltiples. Y discurrían paralelos al nuestro, algo que ha dado en llamarse “multiverso”.

Un divulgador que ha explicado esto de una forma bastante clara es el conocido novelista Michael Crichton. Recogemos a continuación algunos ejemplos que nos da:

“Es un experimento muy sencillo... Colocamos dos paredes, una frente a otra. La primera pared tiene una hendidura vertical... Ahora proyectamos un haz de luz sobre la hendidura. En la pared de detrás verán una línea blanca, resultante de la luz que pasa por la hendidura...”

“Ahora tenemos una pared con dos hendiduras verticales en lugar de una. Proyectamos un haz de luz sobre ellas, y en la pared de detrás verán no dos líneas verticales, sino una serie de franjas alternas de luz y sombra”.

“Y si se proyecta el haz de luz sobre cuatro hendiduras, aparecen la mitad de franjas que antes. Porque una de cada dos franjas se oscurece. ¿Más hendiduras producen menos franjas? ¿Por qué? La explicación habitual es que la luz, al pasar por las hendiduras, actúa como dos ondas que se superponen. En algunas zonas se suman la una a la otra, y en otras zonas se anulan mutuamente. En este caso decimos que las ondas se interfieren entre sí, y al resultado lo llamamos ‘figura de interferencia’. El problema es que acabo de ofrecer una explicación del siglo XIX. Era totalmente admisible cuando se creía que la luz era una onda. Pero desde Einstein sabemos que la luz se compone de unas partículas llamadas fotones. ¿Cómo se explica que unos cuantos fotones generen una figura como esta?”

Podría pensarse que “en determinadas situaciones, las partículas poseen propiedades ondulatorias. Las partículas pueden crear interferencias entre sí. En este caso los fotones del haz de luz se interfieren unos a otros y producen la misma figura”.

“Esa parece la respuesta lógica. Al fin y al cabo, un haz de luz consta de millones y millones de pequeños fotones. No es difícil imaginar que interactúen entre sí de algún modo y creen la figura de interferencia. Pero ¿es así realmente? ¿Es eso lo que ocurre? Una manera de averiguarlo consiste en eliminar cualquier clase de interacción entre los fotones. Eso se ha llevado a cabo experimentalmente”.

“Se proyecta un haz de luz tan débil que emite sólo un fotón cada vez. Y detrás de las hendiduras se colocan detectores muy sensibles, tan sensibles que son capaces de captar la incidencia de un único fotón.... no puede haber interferencia alguna de otros fotones, porque trabajamos con un solo fotón. Los fotones, pues, pasan uno a uno. Los detectores registran el punto al que llega cada fotón.”

De esta forma, transcurridas unas horas, se obtienen una serie de líneas formadas por la acumulación en determinadas zonas de los fotones que han ido pasando uno a uno. Es como si con la punta de un bolígrafo hubiésemos ido marcando puntitos en una zona hasta conseguir el efecto de una línea.

“Lo que vemos es que los fotones independientes inciden sólo en ciertas zonas y nunca en otras. Se comportan exactamente igual que un haz de luz corriente. Pero ahora son emitidos uno a uno. Ningún otro fotón interfiere su trayectoria. No obstante, algo interfiere, ya que producen la habitual figura de interferencia. ¿Qué interfiere, pues, el movimiento de un único fotón? Tienen que ser otros fotones, pero ¿dónde están? Disponemos de detectores, y no detectamos ningún otro fotón. ¿Dónde están pues los fotones que causan la interferencia?”

“La interferencia en ese fotón aislado demuestra que la realidad no se reduce a lo que vemos en nuestro universo. Por lo tanto, los fotones que la generan deben estar en otros universos. Y eso, a su vez, demuestra la existencia de los otros universos”.

“En eso consiste el multiverso. Los universos se dividen continuamente, lo cual implica que muchos otros universos son muy similares al nuestro. Y son los universos similares los que interactúan. Cada vez que emitimos un haz de luz en nuestro universo, simultáneamente se emiten haces de luz en muchos universos similares, y los fotones de esos otros universos interfieren con los fotones de nuestro universo y producen la figura que vemos”.

En esa constante división del universo, de que hablábamos, cada fracción de segundo de nuestras vidas ofrece diversas alternativas. Pongamos un ejemplo. Estamos sentados leyendo y queremos dejar la sesión de lectura, levantarnos, apagar la luz y salir de la habitación. El hecho de pensar en la intención de dejar la lectura ya nos ofrece varias posibilidades: Dejarla de inmediato, acabar la línea, acabar el párrafo, acabar la página... o no hacer caso y seguir leyendo hasta que... cojamos las primeras opciones de dejar la lectura y apagar la luz. Podemos extender el brazo y apagar la luz deprisa, despacio, regular.... y podemos hacerlo en el instante en que decidimos dejar ahí la lectura, o un poco después al acabar la línea, o después al acabar el párrafo, o más tarde al acabar la página...

Cada una de esas situaciones genera una realidad diferente que se va expandiendo en su propio universo que a la vez se va subdividiendo en un número infinito de posibilidades. Hablando como se decía, de las alternativas más próximas, veremos que si se hubiesen producido todas de forma visible para nosotros, hubiera sido como ese destellar de los flashes cuando los fotógrafos asedian a un famoso. Hubiéramos visto, en este caso, cómo la luz se apagaba infinidad de veces en distintas fracciones de segundo, de minutos, etc.

Los que no hubieran interferido aquí, hubieran sido esos otros universos en los que nosotros no hubiéramos llegado a coger siquiera el libro para leer y por lo tanto no hubiésemos estado en ese momento, en esa habitación, en esa disposición, y con esa intención.


La respuesta a todo aquello que no tiene respuesta...

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1 comentario:

Virginia dijo...

Perfectamente explicado, de una forma sencilla y amena. La densidad de algunos artículos influyen directamente en la cantidad de "alternativas" que se presentan a la hora de cerrar el libro y apagar la luz. Un saludo y gracias por el aporte. Comparto.