(AZprensa) Nacido en
Harrow, Middlesex (Reino Unido), el poeta Michael Rosen suele definirse como
“escritor y divulgador, aunque hay quien me llama poeta y actor”, según sus
propias palabras. Y en verdad que este popular personaje es polifacético ya que
a sus obras escritas, conferencias, apariciones en televisión, etc., ha llegado
incluso a sumar cursos de formación en la industria farmacéutica. ¿Os imagináis a
un poeta dando un curso de formación a los empleados de una gran multinacional
farmacéutica?¿Qué puede aportar un poeta? Pues sin duda mucha imaginación y
creatividad, una nueva forma de ver las cosas, y eso en el mundo de la
investigación y del marketing es muy valioso.
Para Rosen la poesía
tiene mucho en común con la ciencia; la poesía indaga en el interior del ser
humano y trae a la luz insospechados sentimientos. Y esa pasión por la
investigación y el descubrimiento es lo que él transmite en cada uno de sus
poemas, envuelto siempre en el más milagroso de los medicamentos: el buen
humor.
Con frecuencia
recuerda que cuando era niño dejó escrita la frase “uno de los resultados más
emocionantes fue...” en uno de sus comentarios. Una frase que sus profesores le
recriminaron diciendo que “en la ciencia no hay necesidad de emocionarse”. Contra
eso –y contra otras muchas cosas- se rebela. Para él la imaginación tiene un
papel muy importante, no sólo en las letras sino también en las ciencias. “Para
poder concebir algo por primera vez es preciso un salto de la imaginación”,
señala. Por eso siempre ha manifestado su pasión por la experimentación, la
investigación o el descubrimiento, tanto en el campo artístico como en el
científico.
Su pasión por la
ciencia llega tan lejos que hasta ha donado su cuerpo a la investigación
médica, dando ejemplo de ser consecuente con sus ideas: “En mi época de
estudiante de medicina, yo también diseccioné cadáveres, así que me parece
justo que sea consecuente con lo que predico”.
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