sábado, 2 de diciembre de 2017

La ciencia sí debe emocionar

(AZprensa) Nacido en Harrow, Middlesex (Reino Unido), el poeta Michael Rosen suele definirse como “escritor y divulgador, aunque hay quien me llama poeta y actor”, según sus propias palabras. Y en verdad que este popular personaje es polifacético ya que a sus obras escritas, conferencias, apariciones en televisión, etc., ha llegado incluso a sumar cursos de formación en la industria farmacéutica. ¿Os imagináis a un poeta dando un curso de formación a los empleados de una gran multinacional farmacéutica?¿Qué puede aportar un poeta? Pues sin duda mucha imaginación y creatividad, una nueva forma de ver las cosas, y eso en el mundo de la investigación y del marketing es muy valioso.

Para Rosen la poesía tiene mucho en común con la ciencia; la poesía indaga en el interior del ser humano y trae a la luz insospechados sentimientos. Y esa pasión por la investigación y el descubrimiento es lo que él transmite en cada uno de sus poemas, envuelto siempre en el más milagroso de los medicamentos: el buen humor.

Con frecuencia recuerda que cuando era niño dejó escrita la frase “uno de los resultados más emocionantes fue...” en uno de sus comentarios. Una frase que sus profesores le recriminaron diciendo que “en la ciencia no hay necesidad de emocionarse”. Contra eso –y contra otras muchas cosas- se rebela. Para él la imaginación tiene un papel muy importante, no sólo en las letras sino también en las ciencias. “Para poder concebir algo por primera vez es preciso un salto de la imaginación”, señala. Por eso siempre ha manifestado su pasión por la experimentación, la investigación o el descubrimiento, tanto en el campo artístico como en el científico.

Su pasión por la ciencia llega tan lejos que hasta ha donado su cuerpo a la investigación médica, dando ejemplo de ser consecuente con sus ideas: “En mi época de estudiante de medicina, yo también diseccioné cadáveres, así que me parece justo que sea consecuente con lo que predico”.

No hay comentarios: