(AZprensa)
Aunque Islandia haya sido el país europeo poblado más recientemente, atesora
sin embargo una rica tradición y folclore, siendo muy del gusto de los
islandeses celebrar sus fiestas típicas. Algunas se remontan a las costumbres
más ancestrales de su historia, mientras que otras se ajustan al calendario
cristiano, aunque lo hagan más por la tradición que por su devoción cristiana.
De
todas las fiestas la más espectacular es la Navidad, que se celebra durante 13
días y supone el reencuentro y reunión alrededor de la mesa de los miembros de
la familia. Coincide con la época más oscura del año (noche permanente) y en
contraposición a ello las casas y calles se iluminan con luces navideñas y
árboles de navidad.
Pero
la Navidad en Islandia es muy diferente a lo que vemos en otros países. Hasta
allí no llega el clásico Papá Noel (el que viene del Polo Norte o de Finlandia),
sino que ellos cuentan con 13 Papás Noel autóctonos que -al llegar estas fechas-
bajan desde las montañas del interior, de uno en uno, para dejar los regalos.
Esta
es la parte positiva, porque en la parte negativa hay que constatar que dichos
Papás Noel son hijos de una ogresa llamada Grýla, a la que le encantaba el
estofado de niños malos, y de su tercer marido, un ogro llamado Leppalúdi, tan
feo como su esposa. Para colmo, su animal de compañía es un gato, llamado
JólaKöttutinn, que tiene la fea costumbre de comerse a los niños que no
estrenan ropa nueva en Navidad.
Pero,
en fin, aparte de estos negros orígenes, los 13 Papás Noel traen regalos y
alegría a niños y adultos, y para culminar estas fiestas, en fin de año, al
llegar las 12 en punto, se encienden fuegos artificiales por todas partes
llenando el cielo de mil colores, mientras los barcos amarrados hacen sonar las
sirenas y repicar las campanas para dar la bienvenida al nuevo año. En medio de
la oscuridad de la noche, la Navidad llena de luz y alegría estas lejanas
tierras.
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