(AZprensa) Una
de esas joyas que nos ha regalado la historia del periodismo es la efímera pero
apasionante y productiva aparición del diario “El Eco de Daimiel” (1885-1890)
que se subtitulaba “Periódico político, de ciencias, literatura y artes”. Este
diario dejaba siempre un pequeño rincón a la poesía, algo que debiera estar más
presente en nuestra vida. A nivel personal, he recogido su historia en el libro
“Médico, periodista y poeta)”, del que están disponibles tanto una edición impresa
como una edición digital.
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Hoy
rescatamos uno de aquellos poemas que lleva aparejada, además, una sonrisa.
La
coliflor
En
buena tierra plantada,
regada
con agua impura
y
al calor de la basura,
pronto
crecí alborozada.
Hoy,
doncella codiciada,
a
ninguno le disgusto,
y
como a todos doy gusto
y
libre y feliz me veo,
alegre
me balanceo
sobre
mi tallo robusto.
Soy
fea, yo me alabo,
soy
rechoncha, no gentil,
mas
quiérenme el perejil,
el
cardo, el apio y el nabo;
quien
diga que tengo pavo,
que
soy sosa, fría, yerta,
vive
Dios que no lo acierta,
que
si bien se me examina
soy
la tajada más fina
de
las tajadas de huerta.
Comida
sola doy miedo,
pero
aquél que mi cogollo
prueba
mezclado con pollo,
de
gusto se chupa el dedo.
Por
lo tanto, decir puedo
sin
modestia ni rubor,
pues
que en todo comedor
mi
nombre se inmortaliza,
¡Soy
la mejor hortaliza!
¡Me
llamo la Coliflor!
José María Díez
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