(AZprensa) La Luna es el único astro que podemos ver
con relativo detalle con nuestros propios ojos, ya que sólo se encuentra a
384.000 Km. de la Tierra. Es nuestro satélite y, además, el de mayor tamaño en
relación al planeta en torno al cual orbita. El diámetro de la Luna es de 3.474
Km. (el de la Tierra es de 12.756 Km.).
La inclinación de su eje es de 1,5º (23,5º la Tierra)
y orbita alrededor de la Tierra en 27 días 7h y 43’ mostrando siempre la misma
cara a nuestro planeta. Su órbita no es completamente circular y cuando se
encuentra más cerca de la Tierra se ve de mayor tamaño (es lo que popularmente
se conoce como “superluna” ya que su tamaño y brillo en ese momento es mayor de
lo habitual). Además, la Tierra y la Luna ejercen tanta atracción el uno al
otro, que esto se manifiesta no sólo en las mareas sino que incluso cada uno
sufre un pequeño abultamiento en dirección al otro. Su cara oculta fue un
misterio hasta el 7 de octubre de 1959 en que una sonda soviética consiguió
fotografiarla; se vio así que la única diferencia respecto a la cara visible
desde la Tierra es que tiene menos “mares” (zonas bajas) y ha recibido menos
impactos de meteoritos.
Su gravedad es mucho menor que en la Tierra, 100 Kg.
aquí pesan sólo 16 Kg. en la Luna. Aunque siempre se había dicho que no tiene
atmósfera, recientemente se ha comprobado que sí la tiene, pero esta es tan
débil que no es capaz de proteger contra la radiación solar ni generar viento.
Las temperaturas, en consecuencia, son extremas, con -233º C en las zonas de
sombra y +123º C en las zonas bañadas por el Sol. De hecho se ha confirmado que
existe hielo en el fondo de algunos cráteres profundos –como por ejemplo, el
denominado Aitken- a los que nunca llega la luz del Sol y por consiguiente aún
conservan el hielo procedente de cometas que se estrellaron allí hace miles de
años.
Las tierras altas están cubiertas de regolita (fina
capa de roca y polvo procedente de los meteoritos que han impactado). Como la
regolita es más reflectante que el basalto (presente en las zonas más
profundas) esto hace que las zonas altas se vean de color más claro y brillante
mientras que las zonas bajas (a las que se llama “mares”) aparezcan más oscuras
por la presencia del basalto.
Se especula que la Luna salió de la Tierra cuando un
objeto estelar impactó contra nuestro planeta. Ese impacto sería el responsable
de la inclinación del eje de la Tierra. No sólo el análisis de sus rocas
concede a estas la misma composición y la misma antigüedad que a la Tierra sino
que además la Luna se aleja de nuestro planeta a una velocidad de 3 cm por año.
Aunque sea muy lentamente, la Luna nos dice adiós.
La atmósfera de la Luna se conoce técnicamente como
exosfera, es muy delgada y sus átomos raramente colisionan. Se compone
principalmente de helio, argón y neón, y su abundancia depende de la hora del
día: picos de argón al amanecer, con más neón a las 4:00 h y de helio a la 1:00
h. La mayor parte de la exosfera proviene del viento solar, pero hay una parte
que también procede del interior de las rocas lunares.
Antes de la llegada del hombre a la Luna se creía que
podía existir algún tipo de vida microscópica en la misma, y por eso a los
astronautas del Apolo XI se les tuvo en cuarentena. Afortunadamente no la
había, porque cuando llegaron a la Tierra y se abrió el módulo de mando sobre
la superficie del océano, los astronautas entraron en contacto con el personal
de salvamento y con el entorno que iba desde dicho módulo a su recinto de
cuarentena, así que hubiera sido imposible evitar ese hipotético contagio.
Más sorprendente fue el descubrimiento realizado por
los astronautas del Apolo XII cuando recogieron de la superficie lunar la sonda
Surveyor lanzada tres años antes; al analizarla en la Tierra se descubrió que
las bacterias terrestres que viajaron en su interior continuaban vivas. Desde
entonces, todas las sondas que se envían al espacio se esterilizan a fondo.
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