(AZprensa)
También conocido como estrella matutina o vespertina, puesto que es el primer y
último objeto luminoso con el que nos obsequia cada noche el cielo, Venus es
una planeta de los denominados rocosos (similares a la Tierra) con unas
peculiaridades sorprendentes y totalmente inhóspito no sólo para la vida (tal
como la conocemos) sino también para cualquier visita temporal al mismo.
Su
tamaño es muy similar al de nuestro planeta, el diámetro de Venus es de 12.104
Km. mientras que el de la Tierra es de 12.756 Km. Su gravedad es también muy
similar: 100 kilos en la Tierra pesarían 91 Kg. en Venus. Su periodo de
rotación alrededor del Sol (año venusiano) es de 225 días, algo menor que el de
la Tierra (365 días), pero esto es explicable porque orbita más cerca del Sol
que nosotros y por lo tanto su órbita es más pequeña. Ahora bien, hasta aquí
llegan las similitudes. Veamos, pues, las diferencias.
Para
empezar, resulta sumamente curioso conocer que el día en Venus dura más que el
año en Venus, esto es, dicho planeta tiene días más largos (243 días) que años
(225 días). Su eje de inclinación sobre la órbita es de sólo 3º, más parecido
al de Mercurio (0º) que al de la Tierra (23,5º) y otra peculiaridad es que su
órbita es retrógrada, esto es, gira alrededor del Sol en sentido inverso a como
lo hacen la Tierra y el resto de planetas de nuestro sistema solar a excepción
de Neptuno que también tiene órbita retrógrada. De su órbita podemos decir
también que es la más circular de todo el sistema solar, y del propio planeta destacar
que es el más redondo de todos (como se sabe, por la fuerza de rotación los
planetas suelen estar más achatados por los polos y ensanchados por el
ecuador).
Y
sí, también tiene atmósfera como la Tierra, pero esta es completamente
diferente y poco amigable para los seres humanos. Está compuesta básicamente de
dióxido de carbono, así como de nitrógeno, argón, monóxido de carbono, neón y
dióxido de azufre, y es tan densa que ejerce un efecto invernadero (sobre todo
por el dióxido de carbono) sobre el planeta, reteniendo el calor del Sol que a
duras penas puede escapar a través de las nubes; esto ocasiona que las
temperaturas en este planeta sean las más cálidas de todos los planetas del
sistema solar: 462º C que, además, son uniformes por todo el planeta, de tal
forma que las oscilaciones de temperatura detectadas en el mismo se encuadran
en una estrecha orquilla que va de los 400 a los 500º C. Su atmósfera refleja
el 70% de la luz solar que recibe (Mercurio o la Luna, en comparación, sólo
reflejan el 10%) y gira más rápido que el planeta de tal forma que, por
ejemplo, en los niveles más altos sus nubes tardan 4 días en dar una vuelta
completa (velocidades de 400 Km./h), aunque esos vientos, no obstante, son más
ligeros a nivel de suelo.
Pero
no sólo es poco hospitalaria su temperatura, también lo es su presión. La
atmósfera es tan densa que un humano sobre la superficie de Venus sentiría
sobre sí una presión de 93 Kg./cm3 (en la Tierra la presión que soportamos es
de 1,03 Kg./cm3). Para ilustrarlo mejor, diríamos que estar en la superficie de
Venus supondría soportar la misma presión que si nos encontrásemos a 900 metros
de profundidad en cualquiera de nuestros mares u océanos.
En
cuanto a sus accidentes geográficos, las últimas sondas enviadas lo han pillado
in fraganti, detectando importantes erupciones volcánicas y se ha visto cómo
algunas corrientes de lava han alcanzado los 7.000 Km. de longitud. El número
total de volcanes (muchos de ellos activos) supera el millón. Se han
identificado 167 volcanes con diámetros de 100 Km. y más de 1.000 volcanes con
diámetros de 20 Km. Presenta notables accidentes geográficos aunque no con
tantas diferencias como en la Tierra. Allí la máxima diferencia entre la
montaña más alta y el lugar más profundo es de 14 Km., mientras que en la
Tierra, por ejemplo, hay 20 Km. de diferencia entre la cumbre del Everest y el
fondo de la fosa de las Marianas.
Apenas
hay fotografías de su superficie puesto que las nubes permanentes impiden
fotografiarla, y hay que recurrir al radar y a sofisticadas técnicas y análisis
para hacerse una idea de cómo debe ser la misma. Bueno, en realidad sí hay
algunas fotos del suelo de Venus, tomadas por una sonda rusa que logró posarse
en la superficie del planeta y enviarlas antes de sucumbir a sus insoportables
condiciones climáticas. Lo que mostraron fue un suelo rocoso, sin nada digno de
destacar (ojo, ver nota al final de este capítulo), envuelto en una densa
niebla de color amarillento. Porque en Venus llueve, sí, pero no agua sino
ácido sulfúrico, el cual se evapora incluso antes de tocar el suelo debido a
las altísimas temperaturas. Y en Venus también hay viento, con unas velocidades
de 350 Km./h. en las capas más altas de su atmósfera y algo más lentos según
nos vamos acercando al suelo.
Así
las cosas, Venus queda descartado como planeta habitable para nosotros... al
menos por ahora, porque de lo que sí dispone es de una capa de ozono, aunque
esta sea entre cien y mil veces más fina que en la Tierra, además de estar
situada cuatro veces más alta que en nuestro planeta, esto es, a unos 100 Km.
de altitud. Ese ozono puede o no tener un origen biológico, ya que según los
expertos, para considerar que la vida sea la productora de dicho ozono, su
concentración tendría que ser igual o superior al 20% de la que tenemos en la
Tierra y de momento, por lo que se sabe, está muy lejos de ese porcentaje.
Su
origen puede estar en que la luz solar rompe las moléculas de dióxido de
carbono y libera oxígeno, formándose así las partículas de ozono (O3). Hasta ahora
el ozono solo se había detectado en las atmósferas de Marte y la Tierra. En
nuestro planeta es un componente fundamental para la vida ya que absorbe gran
parte de los rayos ultravioletas dañinos procedentes del Sol, protegiendo así a
las especies que la pueblan.
Se
piensa, precisamente, que la vida generó el ozono hace unos 2.400 millones de
años, cuando los primeros seres vivos comenzaron a expulsar oxígeno a modo de
residuo... millones de años después, la atmósfera de la Tierra tuvo grandes
cantidades de oxígeno que permitieron el nacimiento de otras formas de vida de
las que procedemos. Por este motivo, algunos científicos sugieren que la
presencia de dióxido de carbono, oxígeno y ozono es una pista para investigar
si existe algún tipo de vida en los planetas.
Bien,
ya hemos visto que una visita humana a Venus no resultaría demasiado
confortable, lo cual no significa que deba descartarse como punto de destino
para futuros viajes interplanetarios, y esto es así gracias a la técnica
denominada “asistencia gravitatoria”, descubierta en la década de los sesenta.
Esta técnica permite a las naves espaciales aprovechar la gravedad de otro
planeta para ser literalmente
catapultadas hacia el exterior. Venus se convertiría, de este modo, en algo así
como un “planeta gasolinera”, un destino indirecto en donde coger velocidad
para poder ir a otros planetas; y esto es algo que ya se ha hecho con algunas
sondas que después han viajado hasta Mercurio e incluso Júpiter, por ejemplo.
Lo
que sí parece es que Venus pudo haber tenido un océano de agua y condiciones
aptas para algún tipo de vida hace dos mil millones de años, según un estudio
del Instituto Goddard de la NASA para estudios espacio (GISS), publicado en la
revista “Geophysical Research Letters”.
Un
día en Venus equivale a 117 días terrestres, lo que unido a su mayor proximidad
al Sol (recibe de un 30 a un 40 por ciento más de radiación solar que la
Tierra) hace que la evaporación sea
mayor y se genere mayor cantidad de nubes que ejercen un efecto invernadero,
elevando la temperatura del planeta.
Los
científicos siempre han teorizado que Venus se formó a partir de ingredientes
similares a los de la Tierra, pero siguió un camino evolutivo diferente. Las
moléculas de vapor de agua fueron descompuestas por la radiación ultravioleta,
y el hidrógeno se escapó al espacio. Sin agua en la superficie, el dióxido de
carbono se acumula en la atmósfera, lo que lleva a un efecto invernadero capaz
de crear las condiciones actuales.
"Muchas
de las herramientas que utilizamos para estudiar el cambio climático en la
Tierra pueden ser utilizadas también para estudiar el clima en otros planetas y
hacer predicciones de cómo pudo ser en el pasado o lo será en el futuro”, ha
declarado el investigador del GISS, añadiendo que “nuestros resultados muestran
que Venus pudo haber sido un lugar muy diferente de lo que es hoy".
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