domingo, 28 de enero de 2018

Sale a la luz un poema inédito de Miguel Hernández

(AZprensa) Los descendientes del poeta Miguel Hernández (1919-1942) han hecho público un poema inédito que, aunque no fue el último que escribió (no se sabe exactamente su fecha pero debió ser en el año 1935 por lo que narra en el mismo) cabe considerarlo como “un tesoro celosamente guardado a lo largo de tres generaciones”. 
Así lo han calificado al sacarlo a la luz mediante su publicación en el suplemento de cultura del diario “La Vanguardia de España” (Argentina).

El poema es una elegía a un amigo fallecido, y según cuentan sus descendientes aquél fue el primer fallecimiento que le afectó personalmente. 
Este es el texto:

A MI AMIGO, AGUADOR AHOGADO

A punto de casarte te has ahogado.
Y una mujer tortura sus cabellos,
echa de menos un timón de olmo,
llora un novio de yunques resistentes,
un corazón de campanario en fiesta,
derramando jornales por el suelo, que unisteis
para pagar el azahar y el hijo.
Y otra mujer, tu madre, tan mezquina
que te crió con hierbas y mendrugos,
gime y te insulta porque ha de pagar tu entierro.

Hoy tendrán sed tinajas y gargantas,
hoy huelgan por ti fuentes y aguadores,
carros y surtidores, con los brazos caídos.
Tu cuerpo estaba hecho de herramientas sonoras:
parecías compuesto de disparos,
tu voz llevaba un trueno de las riendas
y dos trillos tus pasos, tan potentes
que quedaban las huellas de tus pies
grabadas en las losas.

Tú y la chicharra, de la misma especie.
Cuando hacías equilibrios sobre un cuchillo en pie,
cuando sobre tu carro
de cántaros templando sus guitarrones de agua,
relampagueando el látigo mordías al borrico,
cuando te desplegabas sobre tu acordeón,
caía seducida una hortelana.

Tú y Rosendo, los mozos más fornidos, Manolo.
Tu dilatado tórax ocupaba la calle,
a tu sien hondamente negra de juventud
acudían las venas y el amor a manojos,
parecía que nunca te habías de morir,
parecías verdad, y eras mentira.

Viniste al mundo derribando sillas
y levantando arados con los dientes,
tu mano mejoró la del león
y resistió tu espalda la caída de un pino.
Gremio de relucientes puñaladas,
suavemente las aguas te han matado.

Cuatro aguadores de anudados brazos
te llevan con los pies para delante.
Cuenta con mi dolor, cuenta conmigo,
y con mi corazón, y con mi lengua,
cuenta con un puñado de lágrimas y tierra,
cosechero que fuiste del estrépito,
privilegio acabado de la vida.

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