(AZprensa) Los
descendientes del poeta Miguel Hernández (1919-1942) han hecho público un poema
inédito que, aunque no fue el último que escribió (no se sabe exactamente su
fecha pero debió ser en el año 1935 por lo que narra en el mismo) cabe
considerarlo como “un tesoro celosamente guardado a lo largo de tres
generaciones”.
Así lo han calificado al sacarlo a la luz mediante su
publicación en el suplemento de cultura del diario “La Vanguardia de España”
(Argentina).
El poema es una elegía
a un amigo fallecido, y según cuentan sus descendientes aquél fue el primer
fallecimiento que le afectó personalmente.
Este es el texto:
A MI AMIGO, AGUADOR
AHOGADO
A punto de casarte te
has ahogado.
Y una mujer tortura
sus cabellos,
echa de menos un timón
de olmo,
llora un novio de
yunques resistentes,
un corazón de
campanario en fiesta,
derramando jornales
por el suelo, que unisteis
para pagar el azahar y
el hijo.
Y otra mujer, tu
madre, tan mezquina
que te crió con
hierbas y mendrugos,
gime y te insulta
porque ha de pagar tu entierro.
Hoy tendrán sed
tinajas y gargantas,
hoy huelgan por ti
fuentes y aguadores,
carros y surtidores,
con los brazos caídos.
Tu cuerpo estaba hecho
de herramientas sonoras:
parecías compuesto de
disparos,
tu voz llevaba un
trueno de las riendas
y dos trillos tus
pasos, tan potentes
que quedaban las
huellas de tus pies
grabadas en las losas.
Tú y la chicharra, de
la misma especie.
Cuando hacías
equilibrios sobre un cuchillo en pie,
cuando sobre tu carro
de cántaros templando
sus guitarrones de agua,
relampagueando el
látigo mordías al borrico,
cuando te desplegabas
sobre tu acordeón,
caía seducida una
hortelana.
Tú y Rosendo, los
mozos más fornidos, Manolo.
Tu dilatado tórax
ocupaba la calle,
a tu sien hondamente
negra de juventud
acudían las venas y el
amor a manojos,
parecía que nunca te
habías de morir,
parecías verdad, y
eras mentira.
Viniste al mundo
derribando sillas
y levantando arados
con los dientes,
tu mano mejoró la del
león
y resistió tu espalda
la caída de un pino.
Gremio de relucientes
puñaladas,
suavemente las aguas
te han matado.
Cuatro aguadores de
anudados brazos
te llevan con los pies
para delante.
Cuenta con mi dolor,
cuenta conmigo,
y con mi corazón, y
con mi lengua,
cuenta con un puñado
de lágrimas y tierra,
cosechero que fuiste
del estrépito,
privilegio acabado de
la vida.
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