El hábito del
tabaquismo empieza en la adolescencia. Las primeras experiencias con el tabaco
se suelen producir entre los 13 y 16 años. Muchos iniciados a estas edades se
convertirán en fumadores habituales a los 18 años y continuarán con este hábito
durante 30 ó 50 años, momento en que se verán obligados a dejarlo por las
consecuencias sobre su salud.
La nicotina
ejerce dos tipos de refuerzo en el hábito, el denominado positivo ligado a la
sensación placentera de bienestar que siente el fumador tras inhalar el humo, y
el denominado negativo, que está ligado a los síntomas de abstinencia que
aparecen minutos u horas después del último cigarrillo fumado (ansiedad,
irritabilidad, deseo impulsivo de fumar, dificultad de concentración, aumento
del apetito...).
El tabaquismo
tiene generalmente fuertes componentes de identificación con gratificaciones
inmediatas, que se asocian con momentos de relajación, con tomar café y/o
alcohol, con la sobremesa, con elementos de facilitación en las relaciones
personales, con conductas manuales y orales que apoyan al individuo en
determinados momentos de estrés, con los paréntesis de las rutinas laborales y,
en algunos casos, incluso se utilizará para controlar el peso.
Tener la
cajetilla de cigarrillos “a mano” y un cigarrillo entre los dedos llega a
convertirse en una circunstancia imprescindible para el fumador. Elegirá
ambientes y se relacionará con otros individuos fumadores para compartir gustos
y aficiones muchas veces poco saludables.
Si estas
conductas no se identifican y se sustituyen adecuadamente, el paciente puede
fracasar en el intento de abandono del tabaco. Para este fin es muy interesante
que los días previos al fijado para el abandono de este hábito anote en un
cuaderno, la hora a la que enciende cada cigarrillo, la necesidad que tiene de
hacerlo y una síntesis del motivo que le ha impulsado a encenderlo. Con esta
información el profesional sanitario puede ayudarle a sustituir estas conductas
por otras igualmente gratificantes y a evitar en lo posible circunstancias y
momentos “críticos” asociados a la necesidad de fumar.
Es aconsejable
advertir a los familiares y amigos del paciente que bajo ninguna circunstancia
deben fumar en su presencia, en habitaciones o en lugares de la vivienda
frecuentados por este.
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