(AZprensa) Gustavo Guardiola es, como él se define, mexicano e hispanista, y está luchando a través de sus escritos, entrevistas y conferencias, contra aquellos que fomentan la “leyenda negra” española ocultando todo lo positivo que hizo España y su enorme contribución a la hermandad de las naciones y al progreso. ¡Quién nos lo diría! ¡Tiene que ser un mexicano quien nos diga que los españoles tenemos que estar orgullosos de nuestra historia!
Como ejemplo, aquí comparto este escrito suyo:
«De qué están orgullosos los españoles.
No soy español. Te contesto como mexicano.
España es la nación imprescindible.
El mundo tiene forma de mundo porque España lo hizo. Los gringos son algo celosos y la historia de la hispanidad les encabrona, porque hay medallas que no se pueden colgar.
¿Quién descubrió que el mundo era el mundo? Pues eso. Pero a diferencia de los ingleses que tienen una voracidad que asusta, el español es un pueblo tolerante y se planteó el proyecto más importante de la historia: Crear una Nueva España. Un reino renacentista con calles que en esa época eran modernas, con acueductos, con hospitales y universidades.
Hay un antes y un después, y el ¡Tierra a la vista! lo gritó Rodrigo de Triana.
Ahora nos enoja que no quepan 3 autobuses en esas calles renacentistas, pero eso le abrió la puerta a la modernidad, a la de hoy, a la que vivimos tú y yo.
Mira, esas cosas difícilmente salen bien. España lo hizo funcionar por 300 años. No es poca cosa. La ONU no lleva ni un siglo y ya hace agua por todas partes. La OMS no puede dar más pena. Nuestras democracias llevan menos de 200 años y ya no sabemos cómo parcharlas.
Pero hay un país, chiquito, ahí colindando con África, en donde vive una mezcla de godos con gitanos con moros y judíos, todo mezclado, que se fue por el mundo a difundir su cultura, su lengua, a instaurar sus instituciones y a compartir su sentido del humor y una cierta manera de ver el mundo.
De este lado del charco, esa manera de ver el mundo es la mía, y si hablas español, también es la tuya al menos en parte.
Ahora imagínate que el mundo viviera el monopolio de la cultura inglesa, con su apartheid, sus reservaciones indígenas y sus campos de algodón.
¿Cómo putas no va a tener España de qué estar orgullosa? Italia podría haberlo hecho, pero no lo hizo. Holanda y Bélgica, tan tolerantes para unas cosas, tan abiertos y tan cachas, fueron un horror. Qué bueno que no pudieron ir más lejos, porque no habido brutalidad más cabrona que la de Bélgica. ¿Inglaterra? No, no jodan.
Y aquí estamos nosotros. Inventando leyendas negras para darnos palmadas en la espalda y decirnos que no somos tan pendejos y que la culpa es de otros. Bueno, compartimos con España el gen de la pendejez política, pero de los males el menor. Tampoco las tribus prehispánicas eran miel sobre hojuelas. Ahí sí, ni los belgas le ganaban a los aztecas cuando se trata de brutalidad.
España no tiene la eficiencia del norte de Europa pero tampoco su rapacidad ni su pedantería. Más aventureros que los alemanes, menos culeros que los ingleses; más diligentes que los italianos, menos pretenciosos que los franceses. Y más mezclados y tolerantes que todos, desde el Cáucaso hasta Gibraltar. Más, menos; más, menos.
Gustavo Guardiola».
Como ejemplo, aquí comparto este escrito suyo:
«De qué están orgullosos los españoles.
No soy español. Te contesto como mexicano.
España es la nación imprescindible.
El mundo tiene forma de mundo porque España lo hizo. Los gringos son algo celosos y la historia de la hispanidad les encabrona, porque hay medallas que no se pueden colgar.
¿Quién descubrió que el mundo era el mundo? Pues eso. Pero a diferencia de los ingleses que tienen una voracidad que asusta, el español es un pueblo tolerante y se planteó el proyecto más importante de la historia: Crear una Nueva España. Un reino renacentista con calles que en esa época eran modernas, con acueductos, con hospitales y universidades.
Hay un antes y un después, y el ¡Tierra a la vista! lo gritó Rodrigo de Triana.
Ahora nos enoja que no quepan 3 autobuses en esas calles renacentistas, pero eso le abrió la puerta a la modernidad, a la de hoy, a la que vivimos tú y yo.
Mira, esas cosas difícilmente salen bien. España lo hizo funcionar por 300 años. No es poca cosa. La ONU no lleva ni un siglo y ya hace agua por todas partes. La OMS no puede dar más pena. Nuestras democracias llevan menos de 200 años y ya no sabemos cómo parcharlas.
Pero hay un país, chiquito, ahí colindando con África, en donde vive una mezcla de godos con gitanos con moros y judíos, todo mezclado, que se fue por el mundo a difundir su cultura, su lengua, a instaurar sus instituciones y a compartir su sentido del humor y una cierta manera de ver el mundo.
De este lado del charco, esa manera de ver el mundo es la mía, y si hablas español, también es la tuya al menos en parte.
Ahora imagínate que el mundo viviera el monopolio de la cultura inglesa, con su apartheid, sus reservaciones indígenas y sus campos de algodón.
¿Cómo putas no va a tener España de qué estar orgullosa? Italia podría haberlo hecho, pero no lo hizo. Holanda y Bélgica, tan tolerantes para unas cosas, tan abiertos y tan cachas, fueron un horror. Qué bueno que no pudieron ir más lejos, porque no habido brutalidad más cabrona que la de Bélgica. ¿Inglaterra? No, no jodan.
Y aquí estamos nosotros. Inventando leyendas negras para darnos palmadas en la espalda y decirnos que no somos tan pendejos y que la culpa es de otros. Bueno, compartimos con España el gen de la pendejez política, pero de los males el menor. Tampoco las tribus prehispánicas eran miel sobre hojuelas. Ahí sí, ni los belgas le ganaban a los aztecas cuando se trata de brutalidad.
España no tiene la eficiencia del norte de Europa pero tampoco su rapacidad ni su pedantería. Más aventureros que los alemanes, menos culeros que los ingleses; más diligentes que los italianos, menos pretenciosos que los franceses. Y más mezclados y tolerantes que todos, desde el Cáucaso hasta Gibraltar. Más, menos; más, menos.
Gustavo Guardiola».
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