jueves, 12 de enero de 2023

El comprimido que se salió de la norma

(AZprensa) Todos conocemos lo que son los comprimidos ranurados, esos comprimidos que llevan una raya o una cruz para poder partirlos por la mitad o incluso en cuatro trozos y poder administrar así la dosis que corresponda a cada edad o situación.
 
Sin embargo hace medio siglo se inventó una nueva forma de dividir un comprimido: ¡en tres partes! Así fue la historia…
 
Uno de los laboratorios líderes de aquella época, Syntex-Latino, tenía un antibiótico (inyectable y oral) para combatir las infecciones por gérmenes gram- con una enorme eficacia y sin que se conociesen al mismo las tan temidas (ayer y hoy) resistencias bacterianas. Era el sulfato de colistina, comercializado con el nombre de “Colimicina”.
 
En su presentación oral, destinada a las infecciones gastrointestinales, se presentaba en envase de cuatro comprimidos (no hacían falta más porque su eficacia era tal que con eso era suficiente) conteniendo cada uno 12,5 mg de sulfato de colistina equivalentes a 500.000 U.I y su dosis -dependiendo de la edad del niño- era de 1 a 3 comprimidos al día.
 
Para los adultos disponía de un envase de cuatro comprimidos conteniendo 37 mg (equivalentes a 1.500.000 U.I.) y su dosis era de 1 a 3 comprimidos al día, según fuese el proceso y el estado del paciente.
 
El primero se llamaba Colimicina Oral y el segundo Colimicina Oral Forte. Evidentemente, el segundo era bastante más caro que el primero y –también lógicamente- al laboratorio le interesaba más vender Colimicina Oral Forte que Colimicina Oral.
 
Fue así, cavilando sobre la forma de ganar más dinero, que al Director Médico del laboratorio, el Dr. Fernando Álvarez-Ude se le ocurrió una solución salomónica: Los comprimidos de Colimicina Oral Forte podían dividirse en tres partes iguales, de tal forma que cada parte fuese la equivalente a un comprimido de Colimicina Oral. Haciéndolo así, se podía recomendar Colimicina Oral Forte también para los niños (constituían un mercado muy importante para este producto) indicando que la dosis para ellos sería de un tercio de comprimido (que era el equivalente a un comprimido entero de los otros). En definitiva, un comprimido de Forte equivalía a tres comprimidos del normal, pero el precio del envase era mayor y resultaba más beneficioso para la empresa, aunque luego al niño le sobrasen comprimidos en el envase ya que con la mitad de mismo tendría más que suficiente para parar su proceso infeccioso intestinal.
 
Como ilustraciones de esta información, podemos ver (arriba) las formas clásicas de dividir un comprimido, en dos y cuatro partes, y abajo podemos ver la original forma que permitió dividir un comprimido en tres partes iguales, algo que creo no se ha vuelto a repetir en la industria farmacéutica.
 
Cabe decir, finalmente, que se consiguió el objetivo y las ventas del Forte aumentaron sensiblemente. Y cabe decir también que este antibiótico ha sido uno de los pocos –por no decir el único- del que no se conocen resistencias bacterianas, al menos en su administración oral, ya que por esta vía no se absorbe y actúa exclusivamente a nivel de la luz intestinal.
 


Así eran (y continúan siendo) los laboratorios farmacéuticos por dentro.
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