Así me sucedió un día al contemplar una silla vacía.
Diríase
que solo era un mueble aislado, frío, inerte… y sin embargo me di cuenta que me
hablaba, que intentaba transmitirme un mensaje, y sentí esa llamada en mi
interior, cogí lápiz y papel como tantas veces y dejé que esa voz que se oía en
mi interior saliese al exterior.
Como obedeciendo a un dictado, lo fui
transcribiendo hasta el papel.
Sólo son unas sencillas palabras, unas simples
letras, y sin embargo, a pesar de su brevedad y soledad, encierran un mensaje
mucho más profundo.
Este es el poema:
"La silla vacía se cuela en mi vista
e insiste y suplica atención.
No sabe palabras,
ni gestos ni manos
o un signo que exprese emoción.
La silla vacía, sola, inmóvil y fría
reclama mi ayuda con obstinación.
La silla vacía me grita a su modo
que uno más uno son dos".
Poesía y arquitectura tienen mucho en común.
“Arquitecto de emociones”: https://amzn.to/3rV1Q71
e insiste y suplica atención.
No sabe palabras,
ni gestos ni manos
o un signo que exprese emoción.
La silla vacía, sola, inmóvil y fría
reclama mi ayuda con obstinación.
La silla vacía me grita a su modo
que uno más uno son dos".
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