Bueno, en realidad no era mi secretaria sino una redactora de mi departamento de Comunicación. Se había dado la circunstancia que ella me comentó que durante una temporada había ido al gimnasio y se había entrenado con guantes de boxeo, y para colmo yo acababa de ver la película “Million dollar baby” y estaba tan interesado en el boxeo que hasta me había comprado la novela en que se inspiró esa película. Así que un día le pedí que me pegara un puñetazo con todas sus fuerzas (en la palma de la mano, claro). Al principio ella dudó, pero como yo era un inconsciente le dije que no fuera gallina, que me arrease con todas sus fuerzas. Entonces ella me dio un puñetazo tal que, aunque impactó en efecto contra la palma de mi mano, puedo dar fe que aquello no se parecía en nada a cuanto hubiese experimentado antes. Eso que se dice de “ver las estrellas” cuando te dan un puñetazo, se hizo realidad (¡y eso que había sido en la palma de la mano!). Mi cuerpo entero quedó sacudido como por una descarga de adrenalina y me quedé tan atónito que no acertaba a pronunciar palabra. “¿Te ha dolido?”, preguntó ella. Y yo “mmmm”, es que no era eso, era una sensación como si un tren me hubiera pasado por encima. “¿Quieres que de otro?”, preguntó ella. Y aquí, ya acerté a contestar: “No, no, con este me vale, ya veo que era verdad eso que decías de que te habías dedicado al boxeo”.
Por eso, si alguna vez os topáis con alguien –sea chico o chica- que se haya dedicado al boxeo, no le pidáis que os de un puñetazo (ni siquiera en la palma de la mano) porque estamos hablando de otra dimensión que para el resto de los mortales resulta desconocida y, en mi caso al menos, resultaba desconocida hasta aquél día.
Las sorprendentes anécdotas de un Director de Comunicación que pasó por Zeltia, Bristol Myers, AstraZeneca, Consejo General de Colegios de Médicos y la antigua Syngenta.
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