sábado, 28 de enero de 2023

El libro es un arma muy peligrosa

(AZprensa) Dicen que la información es poder... y debe ser cierto. Dicen también que un libro puede ser un arma muy peligrosa... y puedo afirmar que todo esto es realmente cierto. A continuación relato una historia real que muestra lo peligroso que puede resultar regalar un libro...

Cuando se regala un libro, uno piensa que está haciendo un favor y que el receptor del mismo agradecerá ese gesto; sin embargo, como en todo, hay excepciones y en algún caso como el que voy a relatar, la empresa que regaló un libro vio cómo ese regalo se volvía en su contra…
 
Todo comenzó con el lanzamiento de un nuevo antimigrañoso, Zomig (zolmitriptán), por parte del laboratorio AstraZéneca. Como parte del material promocional que se entregaría a muchos médicos se había decidido hacerles un regalo, pero un regalo ético: un libro de tema médico que guardaba una estrecha relación con el producto que se iba a promocionar entre los médicos: “Migraña”, del neurólogo Oliver Sacks.
 
Pero como era habitual con determinados regalos que se hacían a los médicos (que siempre eran regalos de poco valor y relacionados con el ejercicio de la profesión como es el caso de libros médicos, pequeños objetos de escritorio, etc.) también se hacía partícipe de los mismos a los empleados del laboratorio, algunas veces a todos y otras sólo a aquellos que pertenecían al equipo que lo hubiese encargado para los fines de su propio departamento. Así que el libro “Migraña” se regaló a todos aquellos empleados que de forma directa fuesen a colaborar en la promoción del nuevo antimigrañoso. Y fue así como el citado libro llegó a las manos de una persona. No diré el nombre de la misma porque sentía (y siento) un gran afecto por esa persona.
 
El caso es que esta persona llevaba más de un año trabajando en el laboratorio y se había granjeado la simpatía de todos, tanto por su valía personal como por su buen hacer profesional. Sin embargo un día (curiosamente pocos días después de haber recibido el citado libro como regalo) faltó a la oficina: tenía migraña. En fin, no dejaba de ser una casualidad.
 
Al cabo de tres días de baja se reincorporó al trabajo y a la semana siguiente… otro ataque de migraña. Y a la semana siguiente otro. Y a la semana siguiente otro. Total, que trabajaba dos días cada semana y faltaba los otros tres. Nos contó que había ido al especialista y le había puesto tratamiento, pero los ataques de migraña seguían produciéndose con inusitada regularidad.
 
Llegó la convención de lanzamiento del producto a la que iríamos invitados los que trabajábamos directamente con el producto y esa convención era en Tenerife, con viaje en barco para avistar ballenas, campeonatos de juegos en la playa, un hotel de lujo y mucho tiempo de diversión. “Yo quiero ir, ya estoy mejor”, nos dijo esa persona. Y fue. Y no le pasó nada durante todos esos días… hasta que llegó a la oficina y a los dos días… otro ataque de migraña.
 
Poco después vino otra reunión en un atractivo destino turístico y otra vez, milagrosamente, se le pasaban los males y quería ir. Y todo iba bien… hasta que regresaba a la oficina.
 
Así las cosas, le pidieron que hablase con su médico y se tomase dos o tres meses de baja hasta que se hubiese recuperado. Así lo hizo. Pasado ese tiempo volvió y estuvo bien unas semanas hasta que anunció que se casaba y se iba de viaje de novios a las islas Seychelles. “¿Y te atreves a ir tan lejos con todo lo que te ha pasado?”, le dijimos sorprendidos. “Ya estoy mejor y me va bien el tratamiento”, nos respondió.
 
Cuando volvió nos contó que todo había ido de maravilla… hasta que a los pocos días se tomó otra baja por migraña. Y otra vez a las andadas. Uno de los jefes hizo un cálculo de los días laborables que había estado de baja durante los últimos seis meses, el resultado: 62%; es decir, estaba mucho más tiempo de baja que trabajando. Como aquello ya era insostenible no tuvieron más remedio que despedir a esa persona aunque para no meterse en líos la empresa le dio una indemnización muy generosa, superior a la que hubiera dictaminado cualquier juez.
 
¿Sería verdad que estaba tan mal de salud o se había aprendido tan bien los síntomas de la migraña (todo venía perfectamente detallado y explicado en el libro) que hasta el médico de cabecera y el especialista se los habían creído?… porque al ser síntomas subjetivos que sólo requieren una baja de dos o tres días, no hay forma de demostrarlo, es la palabra de uno contra la de otro. De haber sido todo una farsa, el regalo de aquél libro le salió muy caro, realmente caro, a la empresa.



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